lunes, 8 de junio de 2015

El color de mi piel. Hablemos de racismo

"Imagina un mundo donde sólo las personas con el pelo rojo pudieran ir a la escuela. O un mundo donde sólo pudieran trabajar las personas con los ojos marrones".


Parece obvio que en una familia como la nuestra llegará un momento en el que se necesite hablar sobre racismo. No resulta nada fácil, os lo aseguro, pero es un tema sobre el que trabajamos a menudo. Lamentablemente, mi pequeño con seis añitos ya ha sufrido por el color de su piel. No será la última vez. 

Antes de que se os preguntéis qué diferencia hay entre insultar a un niño/a por ser negro o por ser gordo o llevar gafas, me voy a permitir daros algunas respuestas. La mayoría de las personas con las que he compartido una conversación de este estilo (cada vez, más reducidas por agotamiento y resignación) tristemente no eran capaces de sentir ninguna. 

– Llevar gafas no tiene una historia ni una teoría sobre la inferioridad de quien las lleve. Hay casos parecidos al del color de la piel, como meterse con alguien por ser judío, ser homosexual, o ser mujer.
– En ninguna época ni lugar se ha discriminado de forma general a las personas gordas o con gafas. No se les ha matado, ni segregado, ni obligado a usar lavabos o medios de transporte distintos. No ha habido esclavitud de gordos, ni de personas con gafas. Ni apartheid. Tampoco se ha hecho beber de fuentes distintas ni entrar por puertas traseras a los bajitos, ni a los que llevan gafas, mientras que sí existe una historia de discriminación real hacia los negros o hacia los indígenas en muchos países, y eso no ha desaparecido de un plumazo. Somos herederos de esta historia.
– Llevar gafas o ser gordo no convierte en peligroso ir por la calle solo, a según qué horas, en según qué sitios (o no más que ser delgado y tener buena vista). Ser negro sí.
– Los insultos de patio a otros niños por llevar gafas o ser gordos no suelen traducirse en fobias que tienen una continuidad en la vida adulta: nadie odia, o desprecia, o tiene prejuicios negativos importantes, hacia los que tienen gafas o hacia los que tienen sobrepeso. Tolerar insultos racistas da pábulo a que interioricemos que no pasa nada por ser racistas, por tener prejuicios o por discriminar a la gente por su color o su origen, también cuando seamos adultos.
– Los adultos no discriminan a niños con gafas o sobrepeso. Algunos adultos sí discriminan a niños de otras razas.
– Jamás han existido escuelas segregadas para niños gordos, con gafas o bajitos. Para negros sí.
– No hay ningún colectivo parecido a los neonazis que tenga por objetivo agredir o expulsar a los que llevan gafas o son gordos.
– Nadie comenta que los gordos deberían hundirse en pateras o que los gafotas deberían volver a su país. Nadie dice que los bajitos nos roban el trabajo.
– A los negros se les niegan trabajos por ser negros. Se les dice que el piso que tienen apalabrado ya está alquilado. No les paran los taxis. La gente se niega a sentarse a su lado en los autobuses. Les pide los papeles la policía, y es más fácil que sean detenidos. Esto no les pasa a las personas que tienen gafas o pesan más que la media.
– No se supone que las personas gordas o con gafas sean menos listas que los demás, o menos buenas, que sean pobres o que sea imposible que tengan un trabajo cualificado. De los negros sí.
– No es lo mismo meterse con una característica física tuya a meterse con tu esencia como persona, que se te niegue el derecho a tener alma, que se te juzgue y se te aplique todo tipo de estúpidos estereotipos: sucio, vago, peligroso, mentiroso, vicioso, delincuente, feo, repugnante…
– El gordo y el gafotas en la calle, en el cine, en el parque de atracciones, pasan desapercibidos y al negro, al chino, al moro se les ve y relucen en todos los lados y atraen siempre la mirada, son siempre observados, y vigilados en muchos casos.
– Las personas con gafas o sobrepeso no son rechazados por posibles novios o suegros.
– Los niños con gafas o sobrepeso tienen referentes de éxito en su entorno que llevan gafas o pesan más que la media. Incluso cuando la belleza no suela estar representada por personas gordas, y hay pocas que salgan en televisión, en películas o sean supermodelos, es fácil que el médico, la maestra, la gente con la que se relaciona en su día a día… sean personas que tengan estas características. Igualmente, es apabullante la diferencia de personas con gafas / sobrepeso y negros entre los políticos, los expertos  que salen en los medios de comunicación, científicos…
– En el caso de niños adoptados, al meterse con su origen distinto, les recuerdan la falta de conexión genética con su familia adoptiva, y su causa: el abandono.
 – Uno puede ser negro… y estar gordo y llevar gafas. (...)". 
No importa el tipo de familia que formemos. Yo hablo de racismo con mi hijo, ¿y tú? 


Este libro nos sirve como una útil herramienta para hablar de un tema tan delicado como éste. La verdad es que lo hace de una forma muy sencilla y suave pero muy ilustrativa. Examina los miedos y las emociones que surgen ante situaciones desagradables como las que pueden experimentar cuando son tratados injustamente por el color de su piel. 

Además, a través de la líneas e ilustraciones de este libro, podemos descubrir que las conductas racistas son evidentes, pero a veces se esconden en la manera en que las personas se tratan o se hablan. Nunca deberíamos imitar estas conductas y siempre que sea posible deberíamos hacer saber a los demás que no nos parecen correctas. 



Es evidente que las familias tenemos un papel fundamental en este asunto, pero también las escuelas. Este libro cuenta con una guía para su utilización, un glosario, recursos para niños y adultos y una recomendación de lecturas para los peques. 

Podéis disfrutar de este bonito y útil libro, escrito por Pat Thomas, gracias a la Editorial Juventud. Si queréis conocer un poco más sobre el libro y sobre la interesante colección de la que forma parte, pinchad AQUÍ.

Seguiremos en Mis cuentos cuentan.

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