jueves, 1 de marzo de 2018

El árbol que lloraba en el parque

"Amigos y amigas, una vez más vengo a contaros una historia muy extraña. Es una historia que empezó en un país del centro de África, llamado Mawede, y donde nació una niña a la que sus padres pusieron el nombre de Riekà". 



Esta historia es una regalo que nos ha llegado al corazón. Y es que nos ha hecho recordar el tesoro de la infancia y la gran sensibilidad de esta etapa de crecimiento. A veces, con nuestras vidas frenéticas, lxs adultxs olvidamos escuchar de forma más activa a nuestrxs pequeñxs y perdemos tanta información ¡Es una pena! Además, esta historia nos acerca también al respeto profundo que debemos sentir hacia la naturaleza que tanto nos ofrece. 

La noche antes de nacer Riekà, su madre, Diba da Menanga, tiene un extraño sueño. Su suegro, muerto pocos años atrás, le dice que su niña será una niña muy especial, esperada por el clan y que debe cuidarla mucho. Al despertar, no recuerda lo soñado y ese día nace la pequeña. Al día siguiente, el padre de Riekà decide abandonar el pueblo para dirigirse a la ciudad como habían pactado sus padres antes de que ella naciese. La madre queda con la niña en el pueblo muy cuidadas por sus vecinxs. Pasaron ocho lunas y la madre comenzó a trabajar en el campo. Siempre con la niña a sus espaldas, Diba da Menanga soportaba mucho trabajo. Un día, decidió dejar a su hija en las raíces de un árbol que estaba muy cerca de donde trabajaba. La cara de la pequeña era todo felicidad y su madre observó que algo cambiaba en la pequeña. Hizo lo mismo durante varios días y la mamá de Rieká se dio cuenta que entre el árbol y su hija había una conexión especial. La niña reía, hacía gestos como si hablase con alguien y acariciaba a la raíz. Su madre no comentó nada de lo observado a nadie del clan.



Llegó el momento de abandonar el pueblo. Rieká y su madre debían irse a vivir junto al padre de la niña a un país de blancos. La niña ya tenía seis años. Todo el poblado se alegró de esa noticia y antes de marchar, ambas fueron despedidas con una gran celebración. Pero Rieká estaba triste por tener que decir adiós a su amigo el gigante árbol. El árbol la animó a irse. Siempre se querrían estuviesen donde estuviesen. Además, este especial amigo le prometió que allá en el país de los blancos encontraría otros árboles como él. Ella era la salvación de los árboles en el futuro. Será de las pocas personas en el mundo que sabrá que los árboles hablan, ríen y lloran cuando se les hace daño o matan. 

Una vez ya en Europa, la niña se adaptó muy bien a la nueva vida en la ciudad donde vivían, a pesar de que Rieká echaba de menos a su amigo el árbol. En el colegio, Rieká aprendía con rapidez. La madre estaba muy orgullosa de cada comentario positivo que hacían de la pequeña, pero también era muy consciente, cuando paseaban por las calles, del enorme interés de su hija hacia los árboles. Ella no olvidaba el extraño comportamiento de la pequeña con el árbol de su finca y el sueño tenido la noche antes de que ella naciese.

Un día, Rieká y su amiga Silvia, junto a sus respectivas madres, fueron a jugar a un parque. Allí, Rieká se fijó en un arbolito que estaba triste y se acercó a él. El arbolito le dijo que se iba a morir si no lo devolvían al bosque del que había sido arrancado. La madre de la pequeña se alarmó al ver a su hija haciendo gestos con las manos junto al árbol. La llamó y Rieká se despidió del arbolito. No sería la última vez que se verían. Desde ese momento, Rieká se transformó en una niña tremendamente triste. Su madre tuvo que contar a su marido el especial interés de la niña hacia los árboles desde que era una bebé. Sabía que esta situación en el país de los blancos podría traerles problemas. Rieká les había contado el motivo de su tristeza a sus padres pero ellos le pidieron que, por favor, olvidase al arbolito. Rieká no quería hacer daño a sus padres y aceptó, pero no podía olvidar la llamada de auxilio del pequeño arbusto. Tan triste estaba que su maestra notó perfectamente el cambio de esta niña de seis años en el aula. Trató de hablar con su madre y con ella para que le contase qué pasaba, pensando que podía haber una situación de maltrato en el hogar. Tras mucho insistir, Rieká confió su situación a su maestra la señorita Suni. Ella le confesó que le hablaban los árboles. Le contó también que en África había uno muy grande que la quería mucho. Le contó además lo que le pasaba al arbolito del parque y que no podía dormir porque cada noche el arbolito en sueños le pedía que lo salvase. La maestra quedó aturdida y sorprendida por la seguridad con la que la pequeña contaba la historia. Desde este momento, la señorita Suni decide confiar en la pequeña y seguirle en su verdad.



Un sábado por la mañana, la señorita Suni y Riekà van juntas al parque del arbolito. La maestra quería confirmar la historia de la pequeña. Una vez allí, Riekà habla con el arbolito y la maestra se estremece. El arbolito quiere que la maestra le ayude a salvarlo o morirá y es en ese momento cuando la señorita Suni llega a la conclusión de que la pequeña le estaba tomando el pelo y que había que acabar con esta ridícula situación. Estaba muy enfadada. Con todo, ya con la tranquilidad del hogar, pensó detenidamente en lo que estaba pasando y el lunes a primera hora antes de dirigirse al colegio, pasó de nuevo por el parque del arbolito moribundo. Allí conversa con el jardinero del parque que en esos momentos se encontraba trabajando. A partir de este instante, algo cambió: Y ¿si aquella niña dice la verdad? 

Segurísimo que si habéis leído hasta aquí querréis terminar de conocer qué pasó después, ¿verdad? Os invitamos a que lo hagáis porque no os dejará indiferente. 

Podemos disfrutar de esta bella historia, cuyo autor es el camerunés Inongo-vi-Makomè, gracias a Ediciones Carena. Se trata de un título que pertenece a la colección: Historias de una selva africana para Muna. 

Seguiremos en Mis Cuentos Cuentan.




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